Monografico de Proyectos 2022-2023/VACAS, ANTONIO/PROYECTOPROPIO
Nos situamos en Andoain, un pueblo guipuzcoano a 20 min de Donostia. El primer ejercicio consistió en un análisis entre la parte vieja de la ciudad y la plaza principal del pueblo en relación con nuestra parcela, junto al análisis se nos pedía la conceptualización del mismo en único concepto. Tras la realización del ejercicio algunas de mis compañeras eligieron conceptos como “ciudad vieja” o “el agua”, yo elegí “la frontera”.
Elegí esa palabra ya que nos estamos situando en un punto donde convergen el río y el tren que ambos atraviesan la ciudad en su paso por Andoain, es un lugar rodeado de carreteras de servicio y que sirve actualmente como aparcamiento. Es también el punto de encuentro entre distintas tipologías de edificios la parte vieja de la ciudad acaba y empieza la nueva ensanchando las calles y subiendo de altura también está al lado de un conjunto de torres que están totalmente fuera de escala y es el punto donde comienza el campo y los pequeños caseríos y granjas del pueblo.
En el programa se nos pedía la introducción de 40 viviendas, una biblioteca como espacio público y la reestructuración del mercado de Andoain en planta baja.
En mi cabeza se estructuraron dos clases de fronteras, unas agresivas a las que cerrarme y otras amigables con las que interactuar. Los primeros movimientos fueron de muros hacia el tren y carreteras (fronteras agresivas) en forma de frontones o muros practicables con la intención de darle un uso y a la vez huir, y graderíos, plataformas y salientes hacia el río (frontera amigable). También quería introducir el tema de apropiación de espacios, una arquitectura sin arquitectos, donde quien viva el espacio lo transforme a su antojo, que el espacio carezca de un poder hacia la gente y el arquitecto se desvincule, dando un espacio de uso común y de transformación.
No veía la conjunción de poner muros por muy practicables que fuesen con la idea de un espacio libre y sin poder, puesto ya estaba coartando de ello a los que lo vivían. De casualidad me tope con una exposición de Yona Friedman y su ciudad espacial, me surgió la idea de un espacio público continuo que vuele sobre un espacio ajeno a la transformación del arquitecto y a cualquier frontera como en las redes de Friedmann.
El proyecto se basa en unos pilares sobre los que descansa un espacio público, biblioteca y sala de video, y dos pisos de viviendas, que puse ahí para respetar el programa pero que bien podría ser una cancha de baloncesto, un parque de juegos o un teatro. Debajo de este espacio público encontramos proyectado un parque compuesto por unas losas de 60x60 que no están ancladas al suelo para que la gente las pueda mover, romper, crear sus propias grietas, para plantar una casa, unos tomates o un pino. Los pilares que en planta son de 20x90 pensados así para que tengan la intención de ser lo más útiles posibles, que sirvan para pintar, de amparo para un puesto de verduras o en una manifestación, para colgar una lona para hacer un cine o lo que al que habite el espacio se le ocurra.
Con este pequeño gesto de arquitectura transformó la intención general del proyecto, algo teórica, en una idea visual en la que tener un espacio público, continuo e igualitario no le suponga un problema ningún tipo de frontera y el que la arquitectura sirva también para que la gente que vive el barrio la cree y la molde según sus intenciones sin jerarquías ni poderes impositivos.